La nanotecnología reunirá a investigadores y empresas argentinas.
La nanotecnología será el eje de un taller organizado por el Ministerio de Ciencia, que destacará el trabajo de empresas e investigadores que agregan valor a bienes y servicios tecnológicos.
Calzado antihongos, ropa antiolor y aceites de bajo impacto ambiental son algunos proyectos que ya se concretaron.
“Lo esencial es invisible a los ojos”, decía el entrañable zorro del Principito de Saint-Exupéry.
Y es que no todo sucede a simple vista.
En escala nanométrica, es decir, a la mil millonésima parte de un metro, los materiales se transforman y muestran comportamientos y propiedades a menudo desconocidas.
La nanotecnología permite manipular la materia en esa ínfima dimensión y los resultados de esta disciplina ya impactaron el desarrollo de energías más limpias y sustentables, el cuidado ambiental, la medicina, las comunicaciones y la biotecnología, entre tantas otras áreas.
La Fundación Argentina de Nanotecnología (FAN), dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, es la encargada de sentar las bases para la promoción del desarrollo de la infraestructura humana y técnica en este campo en el país.
En este marco, con la participación de la FAN, la Secretaría de Articulación Científico Tecnológica del ministerio organizó el workshop “Sistemas Nacionales: articulando ciencia e industria. Sector nanotecnología”, que se realizará este jueves 30 en el Polo Científico Tecnológico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El taller contará con la participación de investigadores y empresas que trabajan en consorcios público-privados para producir bienes y servicios con valor agregado en este campo, desde las aplicaciones del nanomagnetismo hasta la microscopía para nanoescala.
Además, podrán conocerse algunos emprendimientos nanotecnológicos que ya cuentan con productos disponibles en el mercado.
En esa línea, las empresas Nanotek y Nanocellu-ar, que mañana participarán del workshop, representan a algunos de los proyectos que recibieron el impulso del Ministerio de Ciencia a través de distintos instrumentos de financiación, como el Programa de Inversión en Emprendimientos Nano de la Fundación Argentina de Nanotecnología (FAN); del Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC) a través del instrumento de Empresas de Base Tecnológica (EMPRETECNO-PAEBT); y del Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR), ambos de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.
Una diminuta partícula de plata
Desde 2006, una empresa argentina desarrolla una tecnología de vanguardia para producir nanopartículas de plata.
Gracias a su tamaño, esos materiales interactúan en los mismos órdenes de magnitud que los hongos, bacterias y virus, lo cual potencia su eficiencia antimicrobiana.
Se trata de Nanotek, una empresa de base tecnológica (EBT) que hoy desarrolla nuevas aplicaciones nanotecnológicas vinculadas con campos muy diversos: energía, salud humana y animal, cosmética, tratamiento de aguas con arsénico, suelos contaminados con uranio y mercurio, entre otros.
“Desde la génesis de Nanotek, la vinculación empresa-academia ha sido muy importante”, afirma Horacio Tobías, CEO de la empresa, quien recuerda:
“En un principio éramos solo 60 argentinos hablando de nanotecnología y eso nos hacía unirnos para fijar horizontes en común”.
Con el tiempo, agrega Tobías, “la relación se fue tornando en la ecuación: la academia investiga, Nanotek busca la manera de aplicar y generar la tecnología de lo que desarrollamos en conjunto”.
En la misma línea, Nanotek desarrolla una nanopartícula con características hipoalergénicas que permite un uso seguro sobre diferentes matrices, como polímeros y fibras textiles, inclusive en contacto con la piel o heridas.
De allí se derivan diversas aplicaciones industriales como pinturas y textiles antimicrobiales, calzados antimicrobiales y antifúngicos, textiles antiolor para uso deportivo, construcción de caminos de tierra de bajo costo, alta resistencia y bajo mantenimiento, o alcohol en gel con iones de plata que garantiza asepsia prolongada, entre muchas otras.
“La capitalización del sistema científico en aparatología costosa y la formación de recursos humanos, sumados a un cambio en la visión por parte del sistema científico en relación a la articulación con las empresas, han fortalecido el vínculo con el sector público”, comenta Tobías.
Aceites y grasas de bajo impacto ambiental
En el nacimiento de la empresa Nanocellu-ar, la articulación público-privada también fue clave:
“La iniciativa surgió de la respuesta del Instituto de Tecnología en Polímeros y Nanotecnología (ITPN – UBA – CONICET) frente a la inquietud de West Lubricantes, una pyme nacional que buscaba reemplazar los aditivos utilizados en la formulación de aceites y grasas lubricantes por otros, más amigables con el medio ambiente”, dice Teresa Gonella, CEO de West Lubricantes.
Además, remarca la “actitud y predisposición de ambas partes de trabajar y llevar adelante el proyecto”, que derivó en la formación de este consorcio público-privado orientado al escalado de producción de nanocelulosa bacteriana.
Las aplicaciones de la nanocelulosa bacteriana son muy amplias. Inicialmente se utiliza como aditivo para la formulación de aceites y grasas “verdes”, amigables con el ambiente.
A su vez, puede utilizarse en la fabricación de papeles de alta resistencia, membranas acústicas, películas comestibles para packaging, espesantes y dispersantes para alimentos, fluidos de fractura para recuperación de hidrocarburos, nanofiltros, apósitos para quemaduras y heridas de difícil curación, venas artificiales, material de andamiaje para crecimiento celular, etc.
De esta manera, gracias al uso de la nanotecnología, se puede obtener un producto que es insumo en diversas industrias: petroquímica, alimenticia, cosmética, medicinal y electrónica, entre otras.
Gonella destaca la importancia de la articulación para la concreción de su proyecto:
“Para llevar adelante una EBT como Nanocellu-ar es fundamental la participación del sector público y el privado.
El primero aporta la tecnología, la capacidad y posibilidad de investigar e innovar; mientras que el segundo contribuye con la aptitud de detectar necesidades y demandas del mercado, y el conocimiento para aplicar ese avance tecnológico en la producción de bienes y servicios con mayor valor agregado”, sostiene.
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